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viernes, 31 de julio de 2009

Las colmenas ( a )

LAS COLMENAS

Volvemos al salón de actos.
Al final del salón de actos, por su parte exterior, siguiendo s su izquierda, estaba una fracción grandecita de tierra, donde se sembraba maíz, fríjol, plantas de ornato, que atraían infinidad de insectos; unos arbolitos de limones y naranjos, matas altísimas de cocos, solo subiéndote a la terraza ubicada sobre el salón de actos, y ocupando además una larga vara, podías cortarlos. Amen, de unas tablitas, que simulando una escalera, se le clavo a cada mata de coco, donde muchachos ágiles, subían como changos por ese fruto.
Y en la mera esquina, que se formaba, con el solar de las señoritas Ostos, y el solar del doctor Cantu, ahí mero, se ubico el proyecto del profesor Fortunato Sánchez Flores.
El proyecto de las colmenas.
Daban miel. Las celdillas, salían cargadas.
Y cera.
Cuando mucho duro dos años ese proyecto.
En que cabeza cabe, que las iban a dejar en paz, los chiquillos.
Si jugaban pelota, unos pelotazos a las casitas de las colmenas, y el alboroto de estas, zzzuuumm, zzzuuumm…. ¡Y el corredero de chamacos!
¡Maestro! ¡Maestro!
¿Que pasa?
¡Las avispas!
¿Cuáles?
Y se hacia el alboroto grande.
Esas no son avispas, son abejas.
¡Andan picando a unos niños!
¡Busquen a Nato!
¡Pronto!
¡Ese Nato!
¡Le dije que tendríamos problemas!
Y se volvía prioridad localizar al maestro Fortunato, por toda la escuela; arriba y abajo.
Aparecía el maestro aludido.
¡Ya! ¡Ya!
Yo lo resuelvo.
Agarraba un escuadrón de chiquillos, de esos que siempre se acomiden a todo.
Unos hacían ruidos, con botes y latas.
Otros prendían mechones de lumbre, y con el humo, tranquilizaban a las abejas.
A mi, eso me parecía mágico.